Vivimos en un contexto global cambiante y dinámico, en el que la economía plantea grandes retos a las empresas. Al mismo tiempo, en un entorno cada vez más conectado gracias a los avances tecnológicos, las oportunidades están a la orden del día y el reto que supone aprovecharlas provoca que las empresas renueven sus valores constantemente.
Siempre he defendido que el principal valor de los directivos son las personas que lo rodean. Las personas son la fuerza que hace que las empresas avancen y alcancen sus metas. Por este motivo, cualquier cargo directivo debe procurar atender las necesidades de sus empleados, proporcionarles los servicios adecuados, motivarles y brindarles la posibilidad de mejorar y crecer en su lugar de trabajo.
He tenido la oportunidad de asistir a la Jornada Anual de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos 2015 en A Coruña, donde se subrayó la importancia de adaptar la filosofía de las empresas a los desafíos de la situación económica y al contexto mundial. A mi parecer, al margen del valor humano que, como decía, es siempre esencial, el conjunto de valores que deben seguir los directivos para asegurar un crecimiento sostenible en el tiempo se basa en tres pilares: la innovación, la sostenibilidad y el compromiso social.
Por un lado, la innovación es la palanca del progreso para cualquier corporación, mientras que la tecnología es la herramienta que permite poner las grandes ideas en marcha. Para innovar es vital dedicar gran parte de tiempo a la investigación de base, proceso en el cual se debe mantener siempre la mente abierta a todas las posibles soluciones. Nunca hay una sola respuesta a un problema, a menudo la combinación de soluciones es la clave del éxito.
La tecnología avanza a pasos agigantados, ya se han alcanzado metas que parecían imposible años atrás. Paralas empresas, la tecnología no sólo aporta ventajas como la eficacia, la eficiencia o el ahorro, sino que las prepara para el cambio asentando las bases de cara al futuro.
El segundo valor que debe estar siempre presente en la mente de un directivo debe ser el desarrollo sostenible. A día de hoy este valor está ineludiblemente ligado a la adopción de un modelo de economía circular, es decir, un sistema restaurativo en el que cualquier residuo pueda convertirse en materia prima.
Pero al mismo tiempo, hay que tener muy presente que el concepto de sostenibilidad ya no se entiende sólo como la reducción del impacto ambiental, sino que hay que introducir más parámetros que los puramente económicos, como las preocupaciones sociales, laborales, éticas y morales.
El compromiso social es el tercer pilar en este proceso de renovación de los valores de las corporaciones actuales. En mi opinión, éste es un punto especialmente importante a desarrollar y para ello los directivos deben ser capaces de abrirse a un mayor diálogo con los gobiernos y con los grupos de interés de las comunidades locales. Sólo así se podrán establecer vínculos de colaboración que faciliten la transferencia de conocimiento y de valores.
Dentro de este ámbito es primordial que las empresas se impliquen al máximo en los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible, sobre los que se espera obtener acuerdos intergubernamentales vinculantes en la 21ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático del próximo noviembre en París. Nos encontramos en la antesala de la agenda internacional que marcará los próximos quince años en materia de inclusión social y desarrollo sostenible, por ello es imprescindible que las empresas tomen parte capital en el proceso.
Sin duda los tres pilares, innovación, sostenibilidad y compromiso social, son los ejes con los que los directivos actuales deben regir sus valores, no sólo a nivel corporativo para encontrar las mejores soluciones a los retos empresariales, sino también a nivel personal para desarrollar un liderazgo económico y social de éxito.