En cada iniciativa, en cada paso de trascendencia, es importante no perder de vista los referentes y los valores que han ayudado a dar forma a nuestra manera de ser y modo de ver e ir acompañados de personas y equipos con los que compartir energía e ilusiones. Destacan entre los valores que siento propios la responsabilidad, el compromiso y el esfuerzo.
Para conectar ideas no son menos importantes las herramientas, con una tecnología cómplice y accesible que facilita trasladar visiones y poner en común proyectos. Me rodeo al trabajar estas líneas de una pila de periódicos, más ligera que en otras etapas porque las voces del periodismo se expresan hoy a través de múltiples plataformas. Me rodean también libros, lecturas recientes o de cabecera que quieren ser un punto de encuentro de miradas y una oportunidad para reflexionar sobre lo que acontece a nivel profesional y sobre aquellos temas con carga de futuro y contenido.
El año 2015 será decisivo en muchos ámbitos. Lo será sin duda para Europa, que deberá avanzar en la toma de decisiones para la construcción de la unidad no solo en materia económica sino también en derechos civiles. A nivel global, este año marcará un punto de inflexión en cuanto a la necesidad imperiosa de actuar de manera conjunta y con determinación en dos temas relacionados: la lucha contra el cambio climático y el compromiso con el desarrollo sostenible.
Tras la Cumbre de Río de Janeiro en 1992, que propuso la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNCC), el mundo adquirió conciencia de la importancia del calentamiento global. En 1994 entró en vigor la Convención y en 1997 nos encontramos en Kyoto firmando un Protocolo para frenar la emisión de gases invernadero, que se dividió en dos fases. Hoy, vivimos la segunda de éstas (2012-2020) pero aún queda mucho trabajo pues urgen más acciones y medidas concretas para recuperar las oportunidades perdidas. Se extiende, efectivamente, el sentido de la necesidad de actuar con urgencia: el informe de Riesgos Globales publicado este mismo mes por el World Economic Forum sitúa, en primera y segunda posición respectivamente, en un horizonte futuro de 10 años, las crisis por escasez de agua y la falta de adaptación al cambio climático como los temas más preocupantes o de mayor riesgo a los ojos de líderes mundiales.
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) nos proporciona informes periódicos sobre los efectos y la situación del planeta; lo cierto es que el Protocolo de Kyoto no ha logrado, por el momento, los objetivos marcados en la cumbre del 97.
En 2005 se iniciaron las Conferencias de las Partes (COP) amparadas por Naciones Unidas para reafirmar y reforzar la lucha contra el cambio climático. Hace apenas unas semanas, en diciembre de 2014, se celebró la COP 20 en Lima, una antesala de la cumbre más importante que tendrá lugar a finales de año: la COP 21 en París. El tiempo para la acción, más que nunca, es ahora. Es necesario que cualquier acuerdo de futuro tenga un carácter vinculante. En la capital francesa deberá alcanzarse un acuerdo global para afrontar un fenómeno que afecta a todo el planeta. Actualmente, la agricultura, la ganadería, la pesca o los Pequeños Estados Insulares (AOSIS) están en peligro debido al cambio de temperaturas del agua, el deshielo y la emisión de CO2.
La vulnerabilidad de nuestro entorno y de las personas que lo habitan aumenta; por ello debemos reforzar – innovando, cooperando, compartiendo – nuestro compromiso con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Finales de 2015 es la fecha límite que se ha marcado desde Naciones Unidas para cumplir objetivos relacionados con el acceso al agua potable, la escolarización de niños o la mortalidad infantil. Pero otros objetivos, como la creación de ciudades sostenibles, la protección de los bosques y océanos o la lucha contra el cambio climático tendrán mayor peso a raíz de su integración en los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), que toman el relevo de los ODM. Tanto gobiernos como empresas, sociedad civil y Naciones Unidas necesitan interconectarse y cerrar compromisos para conseguir lo establecido. Desde sus orígenes, la agenda post 2015 – con los ODS como colofón – se ha construido integrando puntos de vista a través de un proyecto participativo. Para ello se creó la web Mi Mundo en el que tanto ciudadanos como instituciones pueden votar los aspectos del desarrollo que más les afecten e interesen.
Aun no siendo suficientes, hay muestras de esperanza. Recientemente hemos visto como Estados Unidos y China pactaban – de manera no vinculante – en la cumbre Asia Pacífico (APEC) en Pekín una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. El objetivo planteado por el IPCC es reducir la emisión de estos gases entre un 40% y un 70% para el 2050 y llegar a la emisión cero en 2100. Es un futuro no tan lejano habida cuenta del trabajo que es preciso e imperativo desarrollar, pero se puede conseguir.
El grueso de las esperanzas para conseguir la implicación de todos los países y marcar unos objetivos – vinculantes – que se cumplan en los próximos años está depositado en la COP 21 de París de finales de 2015. Cada país aportará su conocimiento y opinión, siendo siempre conscientes de que las necesidades y actitudes de 195 naciones son diversas. El proceso de cambio tendrá una dimensión y un alcance global, con adaptación diferente según cada país y realidad. Solo con el compromiso firme de todos podemos avanzar. Ese es, también, nuestro compromiso.