El último informe del Foro Económico Mundial, ‘Informe de Riesgos Globales 2017’, no deja lugar a dudas al situar por primera vez el cambio climático en segunda posición, junto a la desigualdad económica y la polarización social, entre los tres principales riesgos de nuestro mundo para la próxima década. Al documento, elaborado por 750 expertos, no le faltan argumentos y exige a los líderes mundiales una «acción colaborativa» que revierta la situación en los próximos diez años.
Un repaso a los datos de hambre en el mundo deja claro que la desigualdad económica y la polarización social son actualmente problemas acuciantes. Por ello, el objetivo fundamental que debemos afrontar es su erradicación. Según los datos del Programa Mundial de Alimentos, alrededor de 795 millones de personas – es decir, uno de cada nueve habitantes del planeta- no tienen suficientes alimentos para llevar una vida digna. Se trata, sin duda, de una cifra que deberíamos afrontar.
Las causas de este sinsentido son diversas, pero la falta de inversión en agricultura es una de ellas. Investigaciones realizadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) demuestran que la inversión en agricultura es cinco veces más efectiva en la lucha contra el hambre y la pobreza que la inversión en cualquier otro sector. La eficiente administración de tierras, el uso de semillas resistentes y el uso eficiente del agua traen consigo grandes mejoras.
Es en este punto donde me gustaría detenerme y destacar algunos datos que comenté el pasado 24 de noviembre en el III Foro de la Economía del Agua. Con una superficie destinada al cultivo de más de 1.500 millones de hectáreas en todo el planeta, la agricultura consume el 70% del agua azul del planeta y tiene un papel cada vez más destacado por la mayor demanda de alimentos. Sin embargo, existen aún muchas zonas donde el sistema de riego no está modernizado, lo que significa que el consumo de agua puede ser hasta el doble del necesario.
En los últimos años, la productividad del campo ha crecido de forma exponencial, ya que la producción de alimentos se ha multiplicado por 2,5, pero así y todo es necesario que siga creciendo, ya que la población también lo hará, y sospecho que si continuamos como hasta ahora pasará lo mismo con el número de personas que pasan hambre. Para que sean sostenibles ambos crecimientos, el de la producción de alimentos y el de la población, debemos dar una respuesta sin generar un crecimiento de la huella hídrica que se escape de nuestro control.
En este contexto, hay que poner de manifiesto los avances en algunos países, especialmente en América Latina. Por ejemplo, en Chile se están desarrollando 1 millón de hectáreas de regadío, lo que permitirá doblar sus exportaciones agroalimentarias; en Colombia, tras el proceso de paz, se estima que se podrán destinar 4 millones de hectáreas a la agricultura; y en Perú están en marcha proyectos de regadío en cerca de medio millón de hectáreas.
Para nosotros, el sector agrícola es crucial. Smart Agriculture es el concepto clave en el futuro de la agricultura y va adquiriendo cada vez más relevancia. Nuestro grupo de empresas juega ya un papel fundamental con una sólida oferta de servicios y tecnologías diferenciadoras que ayudan a producir más, mejor y con menos coste. En España, estamos contribuyendo de forma muy activa y exitosa al desarrollo sostenible de la agricultura, potenciando la profesionalización de la gestión de las Comunidades de Regantes y acompañando al sector en el proceso de tecnificación.
Si somos capaces de alcanzar el ODS 2 Hambre Cero y, en consecuencia, de reducir la brecha de desigualdad económica y la polarización social, al tiempo que logramos una Smart Agriculture que evite el crecimiento de la huella hídrica, también serán menores los riesgos que vayamos afrontando. Lo lograremos, tal y como establece el ‘Informe de Riesgos Globales 2017’, trabajando de forma colaborativa.