El pasado 23 de enero tuve la oportunidad de participar en el «Ciclo Diálogos, Empresa y Sociedad» del Cercle d’Economia con el fin de reflexionar sobre la empresa, la actual situación del sector del agua y los retos de futuro. Una intervención con la que, desde mi experiencia y formación como ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, intenté dar respuesta a las cuestiones planteadas con el objetivo de ser de utilidad en la búsqueda de soluciones conjuntas a los desafíos globales.
Recordé los días de Barcelona 92 en los que la ilusión por un proyecto compartido era transversal. Se podía estar en desacuerdo en muchas cosas o se podía dialogar sobre muchas otras, pero existía una ilusión que se vivía de una manera fehaciente. Aquella vivencia – que tuve la suerte de experimentar en primera persona- enlaza con que, en el sector del agua, el modelo de participación público-privada asegura mejor la prestación del servicio y la calidad del suministro. Para lograr el éxito de este sistema se necesitan las dos caras de una moneda; es decir, que el privado cumpla y haga su trabajo, pero también contar con un regulador con los objetivos claros, que asegure que el privado los cumple y que aporte los medios necesarios para que pueda hacerlo.
En este sentido, destaqué modelos de éxitos con un regulador único y fuerte como es el caso de Chile donde en 1999 teníamos un tratamiento del agua residual del 3% y en 2011 llegamos al 100%. Hoy, hemos logrado avanzar de las tradicionales plantas de aguas residuales a las biofactorías, con las que recuperamos agua para nuevos usos, generamos cero residuos, logramos la autosuficiencia energética de las instalaciones y tenemos cero impacto ambiental, logrando al mismo tiempo la armonía de las instalaciones con su entorno.
En España, con 1.200 ayuntamientos y, por tanto, 1.200 reguladores necesitamos de un fortalecimiento de la regulación del sector como una solución fundamental para solventar los desequilibrios hídricos territoriales, así como situar el conocimiento técnico en el centro de las decisiones, evitando de esta manera que debates ideológicos o demagógicos frenen el desarrollo e implantación de soluciones efectivas. Para ello, necesitamos de gobernanza que significa saber claramente cuál es el papel que asume cada uno y sus responsabilidades.
La gobernanza requiere que el agua sea tema de Estado, alcanzando los acuerdos que sean necesarios para asegurar el suministro, sobre todo, a toda la cuenca mediterránea. Es en esta zona donde se registra el mayor déficit, donde se sitúa el gran grueso de la población y de la demanda turística – esta última cuestión es uno de los grandes temas que tendremos que abordar ya que necesitamos contar con una garantía del 100% del suministro de agua para 80 millones de turistas-.
En nuestro país hemos convivido de forma habitual con la escasez de agua, pero el cambio climático acentúa el problema y lo continuará haciendo. Para afrontarlo, el primer y mejor recurso que tenemos es la reutilización. Pero para que sea una realidad es necesario conseguir el consenso de todas las partes implicadas y, por tanto, de gobernanza.
Aigües de Barcelona es referente de gestión en todo el mundo. Hemos logrado este reconocimiento gracias, fundamentalmente, a sus profesionales que a lo largo de seis generaciones han creado un ecosistema de excelencia que aporta un valor añadido a otros aspectos esenciales para la compañía como son la aplicación del conocimiento y la tecnología. Como decía, nuestro modelo de éxito ha sido siempre el de la cooperación público-privada y es necesario de todas las partes implicadas para su buen desarrollo y seguir así siendo referentes de gestión eficiente y desarrollo sostenible en el mundo.