Ante un contexto como el actual, no carente de incertidumbre, es fundamental que las empresas ayuden a generar confianza. Fue Zygmunt Bauman, observador de la realidad social y política, quien acuñó el concepto de «modernidad líquida», retratando así el desconcierto del ciudadano de hoy frente un mundo en el que nada es sólido. En los últimos tiempos, y especialmente desde el estallido de la crisis, los estudios demuestran un descenso de la confianza de la ciudadanía en general, al mismo tiempo que se focaliza la esperanza en las empresas; si bien la confianza que generan actualmente tiene amplio recorrido de mejora, éstas se perciben como un agente determinante, capaz de actuar de manera diferente y así propiciar un cambio positivo en la comunidad y en el sistema.
A lo largo de mi trayectoria, he venido subrayando la importancia de integrar de manera fehaciente en los procesos de decisión de las compañías y entidades de relevancia inquietudes que no solamente atañan a la viabilidad financiera, sino que hagan prioritaria la consideración de aspectos sociales, éticos y medioambientales. Para ello, más que nunca, debemos prestar la máxima atención no solo en lo que hacemos, sino en cómo lo hacemos. Para conectar con lo que realmente preocupa a la ciudadanía, debemos abrir definitivamente las empresas a las personas y promover un modelo de negocio basado en el diálogo, la cooperación y el compromiso con los diferentes grupos de interés, con el objetivo de establecer los niveles de confianza.
En este entorno, los empleados son un activo fundamental como prescriptores de opinión y embajadores del buen servicio de las compañías y es labor fundamental del directivo sentar las bases para predisponer hacia una actitud que contribuya positivamente a la reputación. Esto es especialmente relevante en sectores como el del agua, que se caracteriza por la complejidad operativa – aunque no se reconozca necesaria o inmediatamente- en términos de conocimientos, tecnologías e infraestructuras. La dimensión de los retos que se nos plantean – la gestión de unos recursos hídricos escasos ante la amenaza del cambio climático, con una población que crece de manera exponencial- requiere de una ciudadanía informada e implicada, lo que ha de venir acompañado necesariamente por la transparencia en la gestión. Es ahí donde la relación de confianza puede convertir el problema en una oportunidad.
La confianza es también un elemento esencial a la hora de establecer alianzas. En esta línea se fundamentan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados con amplio consenso por la ONU, y que marcan los retos a abordar hasta 2030 en ámbitos clave para la sociedad y el planeta: el último de los objetivos, el número 17, apela a las alianzas entre el tejido empresarial con los gobiernos y la sociedad civil, como colaboración necesaria e imprescindible para hacer realidad la agenda de desarrollo sostenible.
Las empresas tenemos un papel crucial en la recuperación de la certidumbre y de la confianza. Solo articulando mejor la gobernanza, haciendo más nuestros los temas relevantes para la ciudadanía, conseguiremos avanzar en propiciar una esperanza firme por parte de la sociedad en nuestra actuación. En base a la construcción de relaciones sólidas, podremos seguir avanzando para hallar respuestas a los desafíos globales que afrontamos, siendo capaces de satisfacer las necesidades actuales sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras.
Artículo publicado en la Memoria CEDE 2016.