El conocimiento y la cultura nos permiten comprender y avanzar en un mundo cada vez más complejo donde, sin embargo, imperan la inmediatez y la simplificación de los contextos. Allá donde ejerzo mi labor, en las instituciones, empresas y fundaciones que dirijo y presido, siempre nos esforzamos para que exista una especial sensibilidad hacia la cultura a través de iniciativas que impulsan a jóvenes talentos, o bien, a través de programas de mecenazgo. Nuestra búsqueda de sinergias para dar coherencia y mayor alcance a los proyectos que apoyamos en este ámbito es constante.
Al referirme a nuestro apoyo a la cultura quiero hacer hincapié en mi especial interés por la iberoamericana, y en especial por la chilena. País único en el mundo, por su exuberante belleza de contrastes, de cuyo legado cultural universal me considero seguidor.
Hasta allí me trasladé, aunque solo fuera en espíritu, el pasado 12 de diciembre de 2016 al asistir a la presentación en Casa América Catalunya de las memorias del concertista chileno Eulogio Dávalos, Una leyenda hecha guitarra. Un libro auspiciado por la Fundación Agbar y prologado por Joan Manuel Serrat, en el que Dávalos cuenta en primera persona sus más de sesenta años de trayectoria.
Eulogio Dávalos es historia viva de la música iberoamericana y sus cuerdas han recorrido, fundamentalmente como parte del dúo formado con el guitarrista argentino Miguel Ángel Cherubito, lugares tan emblemáticos como el Carnegie Hall, el Museo del Louvre, el Palacio del Kremlin o el Palau de la Música Catalana.
Escuchar su música trajo inevitablemente a mi memoria al poeta chileno Gonzalo Rojas, del que días más tarde – el 20 de diciembre- se conmemoraría el 99 años de su nacimiento. Dávalos y Rojas tienen en común su sensibilidad artística, pero también el hecho de que ambos, y por tanto su persona y obra, son hijos del exilio que llevó a que grandes autores chilenos fueran prácticamente «olvidados» en su país.
Tuve la suerte de compartir momentos con el gran poeta Rojas, Premio Cervantes 2003, cuya obra es, sin duda, merecedora de la más amplia difusión. Recuerdo con emoción el día del año 2007 en el que lo acompañé en su visita al Palacio de La Moneda para reunirnos con la presidenta de la República chilena, Michelle Bachelet, en el marco de la semana que conmemoraba los 90 años del escritor chileno.
Presentaba entonces el libro Del Agua, compuesto por textos de más de 60 años de recorrido combinados con poemas inéditos escritos en Chile y el mundo entre 2005 y 2007. Ese libro se convirtió en el regalo oficial del Gobierno de Chile a los Presidentes y Jefes de Estado que asistieron a la XVII Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago a los pocos meses. La palabra del poeta se reconocía y expandía al tiempo que se valoraba su obra como imprescindible.
Escribía Gonzalo Rojas: «¿Qué se espera de la Poesía sino que haga más vivo el vivir?». Ese es el fin último de la cultura, que nos haga «más vivo el vivir» a través del conocimiento, del deleite, del hallazgo y la reflexión. Tanto las cuerdas de Dávalos como los versos de Rojas son parte de la cultura chilena, de su memoria aún viva que no debemos dejar que se pierda en los entresijos de la inmediatez. Nosotros queremos, y debemos, ser parte de su mantenimiento.