Si hay una familia singular en Chile, por su capacidad y legado artístico, son los Parra. Hijos de un maestro de escuela y músico, Parra (como dice Nicanor Parra Sandoval), y una costurera de raíces campesinas, Rosa Clara Sandoval, los hermanos Parra de la «primera generación» destacaron por su capacidad creativa. Sus aportaciones al mundo de la literatura y de la música chilena tienen un incalculable valor en la historia del país iberoamericano.
Durante mi estancia en Chile, tuve la suerte de que mi andadura se cruzara con la del antipoeta Nicanor Parra – del que hablaba en otro post para referirme a su libro Ecopoemas-. De su obra me impactó la elocuencia con la que era capaz de llamar nuestra atención sobre la finitud de los recursos y sobre la responsabilidad de la especie humana en su aprovechamiento y conservación. Cómo no sentirme interpelado por su mensaje, siendo esta una cuestión que me ocupa cotidianamente, tan vinculada a la gestión de un recurso vital como el agua.
Fue en abril de 2007 en Las Cruces, en su encantadora casa negra de rejas blancas junto al Océano Pacífico, donde lo conocí por primera vez y donde descubrí su ingenio. A partir de ese momento, pude llevarlo siempre conmigo como una referencia vital. Fue allí también donde, a través de las palabras de Nicanor, descubrí de una manera distinta la figura de su hermana, Violeta Parra. «No hay Nicanor sin Violeta» afirma siempre nuestro antipoeta.
Violeta Parra fue pintora, escultora, bordadora, ceramista y cantautora. Pero, sobre todo, fue una apasionada divulgadora de la música popular chilena. Nicanor siempre la animaba a descubrir esas melodías populares que andaban, y todavía andan, en los hombres y mujeres del campo chileno. De familia humilde, como contaba al inicio de este post, tuvo que abandonar los estudios y trabajar en el campo para ayudar a su familia.
Y del campo a Santiago, gracias a la invitación de su hermano Nicanor que estudiaba allí gracias a las múltiples becas que iba mereciendo para mantenerse. Y de Santiago a recorrer el país de punta a punta para recuperar sus raíces y las de un pueblo que había olvidado el cantar de su gente.
La «bailarina de aguas transparentes», como la definió su hermano mayor tras su fallecimiento el 5 de febrero de 1967, hace hoy 50 años, supo reencontrarse con la música tradicional del país y se convirtió en la folclorista chilena por excelencia del siglo XX, así como en precursora de la Nueva Canción Chilena.
Violeta Parra viajó a las raíces de su país para recuperar la tradición popular olvidada. La hizo suya y la convirtió en universal a través de sus creaciones. Como en su canción «Miren como corre el agua»:
Miren có…
miren cómo corre el agua,
mi vida, batalla…
batallando por la arena.
Mi vida, batalla…
batallando por la arena.
Fue la creadora de himnos que hablan de lo que significa algo tan fundamental como ser persona y estar vivo, como «Gracias a la vida», una canción tan incontestable como los antipoemas de su hermano Nicanor, y que recoge versos tan hermosos como los que siguen:
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio el corazón que agita su marco
Cuando miro el fruto del cerebro humano
Cuando miro el bueno tan lejos del malo
Cuando miro el fondo de tus ojos claros.
Precisamente esta oda a la vida la escribió Parra poco antes de decir adiós. Forma parte de su trabajo Las últimas composiciones grabado en La Reina, la gran carpa que instaló en la avenida La Cañada con Toro Zambrano con idea de convertirla en un centro de la cultura folklórica chilena. Fue allí donde se despidió para siempre de lo terrenal para dejarnos su alma en sus acordes y su voz.
Tuve ocasión de asistir en la Casa América de Barcelona a la presentación del libro biográfico de Eulogio Dávalos. En él recoge cómo Violeta, al igual que la antipoesía de Nicanor, compuso las anticuecas. El mismo Eulogio las interpretó en el 91, en una primera audición mundial en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid gracias al trabajo de investigación de la pedagoga Olivia Concha Molinari, quien rescató la obra. Un año más tarde, las llevaría a su país natal al Festival Internacional de Guitarra de Chile, con motivo del Quinto Centenario. Este año, y en homenaje a Violeta, las anticuecas serán motivo obligatorio en el Festival de Guitarra de Barcelona Miquel Llobet.
Sírvannos todos estos pequeños detalles para recordar y actualizar estas piezas del folclore iberoamericano chileno, y por tanto español, de Violeta.
Recordemos, «No hay Nicanor sin Violeta».