Para lograr avanzar en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), necesitamos recordar a la sociedad que, tal y como declaró Naciones Unidas en 2010, el agua es un derecho humano. Concretamente, la Asamblea General de la ONU aseguraba que un agua potable limpia y el saneamiento son esenciales para la realización de todos los derechos humanos.
Para ser conscientes de esta realidad es fundamental el trabajo de sensibilización, sobre todo desde edades tempranas. La educación es una forma de asegurarnos que los menores de hoy llegarán a ser adultos responsables de un mundo sostenible y, por tanto, se implicarán en su consecución. Pero a este trabajo de concienciación, de transmisión de valores y de datos, debemos añadir el debate sosegado e inteligente, la planificación basada en la técnica y en la ciencia, así como la inversión en innovación y tecnología necesaria para acercarnos a los ODS.
En ese sentido, me gustaría resaltar el magnífico trabajo realizado por Jaime Lamo de Espinosa, exministro de Agricultura y académico de número de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras (RACEF), en su último libro El agua en el mundo-El mundo del agua (El agua en un mundo global y bajo el cambio climático), que ha contado con el patrocinio de Agbar.
El trabajo de Lamo de Espinosa introduce, con apariencia de informe, un debate sosegado y bienvenido sobre la cuestión del agua desde una perspectiva global, nacional y local, donde la gobernanza, las cuestiones técnico-científicas y la inteligencia se priorizan frente a la simplificación de ideas «que pretenden resolver los problemas más complejos con las soluciones más simples; desconociendo valores significativos, así como un repertorio de costes y calidades que se relegan por preferencias partidistas que no se corresponden con los intereses generales». La cita es del catedrático de Economía y miembro de la RACEF Ramón Tamames, recogida en la presentación del libro el pasado 17 de enero.
En la misma línea se pronuncia Lamo de Espinosa en su informe, cuando habla de la necesidad de un gran pacto de Estado sobre el agua, que conduzca a un plan nacional de cuencas hidrográficas y, en base a ello, a otro plan nacional de regadíos. Y todo ello con la perspectiva de varias legislaturas, que saque del debate político estos temas tan esenciales para la vida económica y social de España.
El estudio de Lamo de Espinosa plantea cuestiones fundamentales como la conexión de cuencas, una mayor dotación de embalses, mayor inversión en mantenimiento y la eliminación de pérdidas en las redes de abastecimiento. Recuerda el académico que España sólo invierte en infraestructuras del agua un 0,11 % de su PIB, mientras que Francia, Italia, Alemania o Reino Unido, que no sufren tanto la aridez y el estrés como España, duplican ese porcentaje, con un 0,25 % de su PIB.
Lamo de Espinosa aborda temas globales y efectúa una llamada de atención para que no olvidemos el problema de la desigual distribución del agua en el mundo y de la lacra del hambre, que se padecen desde el origen de la humanidad y son dos caras de una misma moneda. No exagera al calificar al agua como el más escaso – en términos relativos- y preciado recurso de este milenio.
Volvemos así al comienzo, a la consecución de los ODS, donde el agua actúa de eje transversal. Al respecto, Lamo de Espinosa afirma que «hay que lograr un reparto del recurso más igualitario y justo a nivel mundial si queremos eliminar el hambre y el subdesarrollo». Para ello, necesitamos trabajar de forma conjunta, cooperando y tomando decisiones inteligentes que colaboren al desarrollo de una verdadera gobernanza del agua.
Muy recomendable lectura es este magnífico trabajo al que hacíamos alusión: El agua en el mundo-El mundo del agua (El agua en un mundo global y bajo el cambio climático).