Considero Chile como mi casa, siempre voy con mi mujer a reunirme con nuestros amigos, entre ellos Nicanor Parra y Raúl Zurita. Soy admirador declarado de la poesía chilena. Además de los anteriores poetas, puedo citar a Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Gonzalo Rojas como fuentes personales de inspiración. Los ríos, las montañas, los paisajes de belleza ensordecedora y la infinitud del océano frente a sus costas convierten Chile en un lugar único en el mundo.
Por mi gran afecto a este país, me gustaría tratar en este artículo una cuestión de suma importancia: la sequía que desde hace cinco años amenaza la disponibilidad de recursos hídricos en Chile y cómo se afronta desde Aguas Andinas para garantizar el abastecimiento.
Desde el año 2010 gran parte del país vive inmersa en una larga sequía, la más extrema jamás registrada en Chile, tanto por su duración como por su extensión territorial. Por este motivo, el Centro de Ciencia del Clima y Resiliencia la ha denominado «megasequía». La zona del país más afectada es la central, entre las regiones de Coquimbo y la Araucanía, lo que incluye Santiago de Chile y su área metropolitana, donde el déficit de precipitaciones es cercano al 30%.Al mismo tiempo, la megasequía se produce en la década más cálida nunca registrada en Chile central. Las temperaturas medias y máximas se sitúan entre 0,5 y 1,5 ºC por encima del promedio observado en la zona entre 1970 y 2000. El calentamiento se debe a la emisión de gases de efecto invernadero y provoca la pérdida de agua por evaporación en lagos y embalses, lo que a su vez incrementa el déficit hídrico. Un ejemplo dramático lo tenemos en el lago Poopó, en el altiplano boliviano, con más de 2.300 km2 de superficie, donde las imágenes de los satélites corroboran su práctica desaparición con sus drásticos efectos sobre la economía local y los ecosistemas naturales.
Las causas de este fenómeno sin precedentes se encuentran tanto en factores medioambientales como en el efecto del cambio climático. Por un lado, las variaciones en las precipitaciones en Chile están moduladas por El Niño – Oscilación del Sur (ENOS), la fase cálida de este fenómeno climatológico,y la Niña, la fase fría. Normalmente, en el área central del país el Niño trae consigo lluvias intensas, mientras que La Niña establece condiciones más secas que el promedio. Sin embargo, durante los años de la megasequía, las condiciones en el Pacífico han sido neutras, sin observarse el enfriamiento habitual. Además, el episodio de El Niño 2015, que aún continúa, ha provocado precipitaciones en el norte de Chile pero no en el centro, sin lograr revertir la situación. Otro fenómeno de origen natural que contribuye a perpetuar la megasequía es la Oscilación Decadal del Pacífico, que también conlleva la reducción de lluvias.
Por otro lado, el 25% del déficit de precipitación durante la megasequía se debe al cambio climático, especialmente a causa de la emisión de GEI y de la destrucción de la capa de ozono. Una de las consecuencias del cambio climático será la existencia de sequías cada vez más frecuentes y más intensas en el país durante el siglo XXI. Simulaciones para el periodo 2010 – 2050 prevén una megasequía cada 20 años (en simulaciones preindustriales la probabilidad de ésta era de una cada 300 años), lo que nos lleva a deducir que la falta de precipitaciones se convertirá en un escenario permanente a medida que avance el siglo.
Como es lógico, el impacto de la megasequía se hace notar en la disponibilidad de recursos hídricos. Entre las consecuencias más destacadas se encuentran la disminución del caudal de ríos como el Maipo o el Mapocho, principales fuentes que abastecen la capital. De hecho, el déficit promedio en los caudales de ríos delas regiones de Coquimbo y Valparaíso ha alcanzado un máximo del 70%. También ha disminuido el agua almacenada en embalses y lagos, así como la masa de los glaciares que abastecen la cuenca de Santiago en verano. Esto ha llevado a una mayor explotación de acuíferos que, a su vez, se han visto reducidos. La merma de recursos hídricos influye también en el aumento de incendios forestales, en el deterioro de la vegetación y, en definitiva, allana el camino hacia la acidificación del país.
Asimismo, al impacto de la sequía se añade la existencia de un gran número de actores estatales con competencias sobre los recursos hídricos, hecho que dificulta la toma de decisiones globales. Probablemente, sería necesaria una reforma del Código de Aguas, para que las medidas que se establezcan en caso de sequíacontemplen una gestión eficiente de este recurso. Hasta ahora se ha hecho uso de los llamados «decretos de escasez hídrica», los cuales permiten redistribuir las aguas, seccionar corrientes naturales o autorizar extracciones subterráneas sin necesidad de respetar el caudal ecológico mínimo. El 86% de los decretos de escasez hídrica entre 2010 y 2014 se registraron en las regiones de Coquimbo, Valparaíso, El Maule y Metropolitana. Al mismo tiempo, estas son las zonas con mayor reparto de agua con camiones cisterna. Este tipo de acciones no constituyen una solución a largo plazo, sino que dan una respuesta momentánea provocando la sobreexplotación de recursos en lugar de fomentar vías más resilientes y sostenibles que aseguren agua para el futuro.
Hacer frente a la megasequía ha sido un gran reto para Aguas Andinas, por este motivo se ha trabajado con ahínco para asegurar el abastecimiento a 7 millones de santiaguinos. Me satisface que gracias al esfuerzo de los profesionales de Aguas Andinas este recurso esté garantizado para el año 2016 y que las perspectivas para 2017 sean favorables. A la hora de asegurar el abastecimiento, la implantación del Plan de Sequía 2010 – 2015 ha jugado un papel crucial. Sus medidas principales incluían una gestión integrada con todos los usuarios del río Maipo, un aumento de la producción sostenible de agua subterránea, una gestión eficiente de redes a través del plan de eficiencia hidráulica, tecnologías para monitorizar los niveles de acuíferos y el incremento de un 25% de las reservas de agua potable.
De cara a afrontar un escenario que podría convertirse en la tónica climatológica de Chile central, como antes apuntaba, ya se está trabajando en el Plan de Sequía y Cambio Climático para el periodo 2015 – 2030. En esta primera fase, se invierte en conocimiento para ahondar en la visión de la megasequía, por ello se están elaborando estudios sobre el impacto del cambio climático en las cuencas de los ríos Maipo y Mapocho. También se estudia la proyección del crecimiento de la demanda base en el año 2030 o la cuantificación de escenarios de consumo de agua potable.
Al mismo tiempo, se están valorando posibles acciones como la reutilización y potabilización de aguas tratadas, la recarga de acuíferos, el intercambio de agua con otros usuarios de la cuenca, la exploración de nuevas fuentes o el ya nombrado Plan de Eficiencia Hidráulica 2015 – 2020. Las mencionadas acciones permitirán aumentar la resiliencia a medio plazo, impulsando el desarrollo sostenible y la economía circular. Además, ya está en marcha la campaña #Usaloquenecesitas en medios de comunicación, publicidad y redes sociales. El objetivo es concienciar a la población sobre la necesidad de un consumo responsable del agua y de su implicación en la lucha contra el cambio climático.
La riqueza natural de Chile es inmensa, pero sus recursos, como en el resto del mundo, son limitados. Por esta razón, en una situación de sequía extrema como la que sufre el país, se hace imprescindible una transformación estructural que se guíe por la sostenibilidad y la eficiencia para garantizar un bien tan fundamental como es el agua. Los nuevos escenarios climáticos y la creciente urbanización de Chile serán factores clave en los próximos años y en Aguas Andinas se tienen muy presentes. Con la vista puesta en la innovación, la tecnología y el conocimiento, Aguas Andinas seguirá trabajando para ser más resiliente y para asegurar los recursos hídricos y sus ecosistemas naturales en Santiago y la Región Metropolitana.