Los humedales son ecosistemas imprescindibles para el desarrollo sostenible porque mantienen el equilibrio medioambiental y regulan de forma natural el ciclo del agua. Todos los tipos de humedales, ya sean continentales o costeros, contribuyen de alguna manera al bienestar humano.
A mi parecer, lo más destacado que nos aportan los humedales es el agua dulce, que representa menos del 3% de los recursos hídricos del planeta. Además, los humedales son los principales responsables del rellenado natural de acuíferos subterráneos, la mayor fuente mundial de agua dulce. Como referencia, solo en Europa, 380 millones de personas dependemos de los acuíferos para el suministro de agua.
Por otro lado, existe un tipo de humedal que cobra especial importancia al actuar como sumidero de dióxido de carbono. Estos humedales, conocidos como turberas, cubren únicamente un 3% de la superficie terrestre pero almacenan más carbono que todos los bosques del mundo juntos. Gracias a esta capacidad de almacenamiento de CO2, las turberas actúan como reguladores del clima y evitan inundaciones y sequías, siendo de gran ayuda contra el cambio climático. Sin embargo, al drenarlas para otros usos se convierten en fuente de CO2 y su explotación representa el 10% de las emisiones anuales de combustibles fósiles a nivel global.
Otra acción beneficiosa de las tierras húmedas es que mejoran la calidad del agua, ya que depuran y filtran contaminantes, tales como pesticidas o residuos del sector industrial y minero, incluyendo metales pesados y toxinas. Asimismo, los humedales son considerados los amortiguadores de la naturaleza, porque frenan las crecidas de los ríos y dan cohesión a la línea de costa. Además, son esenciales para la conservación de la biodiversidad.
A pesar de los muchos motivos por los que debemos proteger los humedales, la desaparición y degradación de estos espacios naturales es un hecho. Desde 1.900 se han perdido el 64% de los humedales del planeta. Basándonos en el Índice de Extensión de los Humedales, sabemos que entre 1.970 y 2008 la extensión de los humedales se redujo en un 40% a escala mundial.
Está comprobado que la acción antrópica es la máxima responsable de la pérdida de humedales y su causa principal ha sido el cambio en el uso del suelo. Estas zonas húmedas tienden a ser consideradas terrenos baldíos que deben ser reconvertidos a otros usos supuestamente más productivos, precepto por el cual se han drenado, rellenado o quemado.
Como sabemos, el crecimiento acelerado de las ciudades consume áreas agrícolas y, éstas últimas, se desplazan a hábitats naturales para conservar su superficie o aumentarla, provocando la reconversión de humedales. También hay que sumar, a las causas más frecuentes de desaparición de humedales, la desviación de agua mediante presas, diques y canalizaciones o el desarrollo de infraestructuras en valles fluviales y zonas costeras.
Con el propósito de promover la preservación y el uso racional de estos espacios naturales, en 1971 se firmó la Convención sobre los Humedales de Importancia Mundial, conocida también como Convención de Ramsar. Se trata del primer acuerdo mundial centrado en un único ecosistema. Actualmente cuenta con 168 países miembros, que se comprometen a designar humedales de gran valor nacional con el objetivo de incluirlos en la Lista Ramsar de «Humedales de Importancia Internacional». A fecha de abril de 2015, la Lista incluía más de 2.100 sitios Ramsar en todo el mundo, que abarcan más de 208 millones de hectáreas. En este mapa interactivo se pueden consultar los humedales adheridos a la Lista Ramsar a nivel global.
Al mismo tiempo, la Convención impulsa la celebración del Día Mundial de los Humedales cada 2 de febrero desde 1977. Según mi punto de vista, el lema de este año define muy bien su papel en relación al desarrollo humano: «Humedales para nuestro futuro. Medios de vida sostenibles». Y es que las tierras húmedas proporcionan empleo y sustento a miles de millones de personas en el mundo. Por una parte, son esenciales para el cultivo de arroz, alimento básico para 3.000 millones de personas y que representa el 20% de la ingesta alimentaria mundial. A su vez, la mayoría de peces comerciales dependen de los humedales en algún momento de su ciclo vital y 660 millones de personas viven de la pesca o de la acuicultura.
Por otra parte, la recolección y transformación de plantas, frutas y otros materiales vegetales representa un medio de vida en los países en desarrollo. Sus habitantes se ven inevitablemente abocados a mayor pobreza cuando se degradan estos ecosistemas. Los humedales también son claves para el sector de los transportes, así como para el sector turístico, por la atracción que ejerce su belleza natural.
Como gestores del ciclo del agua, en Agbar mantenemos un firme compromiso con la conservación de la biodiversidad, especialmente con la protección de los ecosistemas acuáticos. Por este motivo, desarrollamos proyectos de preservación de humedales a nivel nacional. El más emblemático es el caso del Delta del Ebro, donde se detectó la necesidad de mejorar la calidad de las aguas de vertido a lagunas y bahías. Para solucionarlo realizamos una gestión responsable de la infraestructura de humedales artificiales, donde tratamos el agua procedente del regadío del Delta para devolverla al medio natural con menos contaminantes. Tras estudiar, en años anteriores, la optimización en la eficiencia del proceso de eliminación de contaminantes, para el año 2016 ponemos en marcha un programa para conocer cómo contribuyen los humedales a la rica biodiversidad del conjunto del Delta. Asimismo, iniciamos acciones para promover el beneficio social que potencialmente tienen estos espacios.
El Clot de Galvany, en Alicante, es otro ejemplo de nuestra apuesta por la gestión sostenible de las tierras húmedas. Este humedal costero mediterráneo se ve amenazado por la urbanización masiva de la zona, por ello, Aguas de Elche trabaja para el mantenimiento del nivel de las charcas del Paraje que se alimentan con agua regenerada de la EDAR de Arenales del Sol. Un nivel de agua adecuado garantiza el hábitat de muchas especies de aves limícolas y anátidas, anfibios y reptiles.
Por otra parte, en la EDAR Cabezo Beaza de Cartagena promovemos la conservación del ecosistema acuático. Con este fin, se ha construido un observatorio de aves para fomentar el conocimiento de 120 especies que habitan en las lagunas artificiales de almacenamiento de aguas depuradas para uso agrícola. Además, estamos evaluando y analizando diversas nuevas actuaciones: la mejora de la Laguna de Navaseca en Daimiel y de los humedales existentes dentro del área metropolitana de Barcelona.
La conservación y restauración de los humedales no pasa por una solución única y válida para todos, pero sí que hay ciertas medidas que favorecen su preservación. La más relevante es reivindicar el valor de los humedales en los programas locales y nacionales de desarrollo y planificar el uso del suelo teniendo en cuenta su impacto global. Al mismo tiempo, es necesario definir una gestión estratégica del agua a escala de cuenca hidrográfica, estableciendo de dónde procede y su repercusión sobre los acuíferos. Por otro lado, es imprescindible implicar, desde un principio, a los agentes locales para priorizar sus necesidades, así como fomentar la coordinación entre las autoridades responsables de la toma de decisiones, para asegurar una mayor gobernanza.
Por último, la educación enfocada a un uso racional de los recursos medioambientales es primordial para proteger los humedales de la influencia humana. Para el bien de la sociedad y de las futuras generaciones debemos proteger las tierras húmedas y restaurar las que han desaparecido. Los humedales son nuestro principal aliado en la naturaleza para lograr un desarrollo sostenible y una mayor resiliencia frente al cambio climático.