Si giramos la vista atrás, en el año 2000, los países miembros de las Naciones Unidas establecían los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), poniendo como fecha límite para hacerlos realidad el 2015. En los últimos quince años hemos sido testigos de muchos logros: se ha reducido la pobreza mundial, se han escolarizado más niños que nunca, se han salvado vidas en la lucha contra enfermedades como el SIDA y se han tomado medidas de protección del medioambiente.
En mi opinión, el mayor hito de la comunidad internacional durante este periodo ha sido propiciar el acceso a fuentes mejoradas de agua potable. Para ser más concretos, desde 1990 se ha suministrado agua apta para el consumo humano a 2,6 mil millones de personas, lo que significa que el 91% de toda la población global disfruta de agua potable. Uno de los ejemplos más significativos es el de África subsahariana, donde 427 millones de personas han ganado en calidad de vida gracias al acceso al agua. Sin embargo, también es necesario apuntar que el porcentaje de personas que tiene acceso a saneamientos mejorados es aun reducido, sólo 5 de cada 8 personas se benefician de ello. Es fundamental incrementar este número, ya que el saneamiento mejorado disminuye el riesgo de enfermedades contraídas a través del agua.
A pesar de las mejoras en materia de agua y en muchos de los ámbitos de actuación de los ODM, no se han alcanzado todas las metas; debemos seguir trabajando incansablemente para conseguirlas. Por este motivo, a finales del pasado mes de septiembre la ONU aprobó en Nueva York los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Su objetivo es trazar la agenda post 2015, es decir, son un nuevo plan de acción para continuar y completar la labor de los antiguos ODM hasta el año 2030.
Después de revisar con atención los nuevos ODS, a mi parecer, la gran novedad que presentan es su especial hincapié en la implicación de las empresas de todos los tamaños y sectores para conseguir una economía sostenible e inclusiva. Una economía en la que prevalezcan pautas de producción y de consumo responsable y un crecimiento sostenido de la industria. No podemos perder de vista que la población del mundo crece a pasos agigantados, por eso se debe construir un modelo económico circular que beneficie a todos y, en este sentido, el sector empresarial jugará un papel determinante.
En cuanto al agua, tres de los nuevos objetivos para 2030 están estrechamente relacionados con la labor que desempeña Agbar. Los resumo muy brevemente: garantizar la disponibilidad y gestión sostenible del agua al igual que su saneamiento; conservar los océanos y recursos marinos; y asegurar el acceso a energías sostenibles. Desde Agbar nos comprometemos a mejorar el abastecimiento, a reducir el número de personas con escasez de agua y a mejorar la eficiencia en el uso, entre otros muchos propósitos. Nuestro compromiso es firme, ya que somos conscientes de que el agua es un elemento transversalizador y de que de su correcta gestión depende el logro del resto de los objetivos.
Queda tan sólo un mes para que estos nuevos objetivos obtengan un acuerdo vinculante en la COP 21, que se celebrará en París del 30 de noviembre al 11 de diciembre. Ahora más que nunca es momento de adoptar un sólido compromiso intergubernamental, es imprescindible que cualquier acuerdo de futuro tenga un carácter vinculante. Del éxito de esta nueva agenda de desarrollo sostenible para 2030 dependemos todos sin excepción. Es hora de cooperar y de actuar desde las empresas con el establecimiento de objetivos cuantitativos que definan las acciones específicas a llevar a cabo, como ya estamos haciendo desde SUEZ. Sólo así podremos tomar las riendas del cambio hacia un mundo más equitativo, justo y sostenible.