La reutilización del agua debe ser una prioridad si queremos ser consecuentes con el cumplimiento de los ODS. Al tratarse de un recurso vital y limitado, darle una «segunda oportunidad» al agua es crucial si queremos reaccionar ante un mundo con una población cada vez mayor, concentrada en las grandes urbes y con una creciente demanda de consumo de productos y alimentos. El Día Mundial del Saneamiento, que se conmemora el 19 de noviembre, dedica a esta cuestión – como lo hace también el Día Mundial del Agua– la edición de este año bajo el tema ‘Aguas residuales’.
Hay datos que invitan a reflexionar y que, aunque han ido mejorando con los años, todavía son preocupantes: la falta de acceso a un saneamiento básico afecta a 2.400 millones de personas y 946 millones todavía defecan al aire libre (la mitad de ellas se encuentran en la India). El propio relator de Naciones Unidas sobre el derecho humano al Agua y al Saneamiento, Léo Heller, asegura que el saneamiento es uno de los derechos cuyo cumplimiento va con más retraso, ya que dos tercios de la población mundial no tienen acceso a una instalación segura de saneamiento.
En un post reciente mencionaba el informe elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef (Progresos en materia de saneamiento y agua: informe de actualización de 2017 y evaluación de los ODS) e insistía en la importancia de contar con saneamiento y acceso a agua potable no contaminada, por su directa relación con la transmisión de enfermedades como el cólera, la disentería, la hepatitis A y la fiebre tifoidea.
A estas cifras tenemos que sumar otro dato importante: el 80% de las aguas residuales generadas por la sociedad regresan al ecosistema sin ser tratadas o reutilizadas. Por ese motivo, los esfuerzos del sector del agua deben ir encaminados en ese sentido. Así lo entendemos en nuestro grupo, donde, desde hace años, la estrategia pasa por una economía circular que incluya el tratamiento y reutilización de aguas residuales. Aigües de Barcelona es un referente en este ámbito. El uso de agua reutilizada permite un ahorro de hasta 180.000 m3 de agua potable al año, que representa hasta 221 toneladas de CO2 no emitidas.
Otro buen ejemplo es el proyecto de transformación de las plantas de tratamiento en biofactorías, desarrollado por Aguas Andinas en Chile y cuyo objetivo es alcanzar en los próximos años el 100% de las aguas tratadas, para que puedan ser utilizadas como regadío de buena calidad en la agricultura o recargas de acuíferos.
Lo cierto es que la situación en Chile difiere mucho a la de otros lugares de su mismo continente. De hecho, el Banco Mundial – que cuenta con una partida específica del Banco de Desarrollo de América Latina para invertir en tratamiento de aguas residuales- sitúa al país andino como uno de los primeros en niveles de tratamiento (alcanzando un 90%). Un dato muy diferente del de otros países como Costa Rica, donde la cifra se queda en un 4%.
La situación empeora si observamos los datos de las zonas rurales. En concreto, en las regiones de Loreto y Ucayali, en la Amazonia peruana, un 63% de la población no tiene acceso al agua potable ni al saneamiento. Allí debemos hacer un mayor esfuerzo, como el que está llevando a cabo la Fundación Aquae junto a Unicef desde el año 2015. Desde esa fecha se han instalado más de 190 baños secos en 15 comunidades, tanto en casas como en zonas comunales y escuelas. Se ha mejorado el modelo de las letrinas así como la gestión de aguas residuales. Se han instalado lavaderos para el lavado de manos y las letrinas cuentan con un doble depósito que permite transformar los deshechos en compost.
La iniciativa cuenta para el éxito de su desarrollo con una parte pedagógica esencial. De esta forma, se ha facilitado a líderes locales, familias y niños formación en hábitos de higiene para que gestos básicos como el lavado de manos con agua y jabón se convierten en un hábito arraigado contribuyendo a la prevención de enfermedades prevalentes como las diarreas y la parasitosis.
Todas estas iniciativas nos acercan a la consecución del ODS 6, en el que se establece el 2030 como fecha límite para alcanzar el acceso universal al saneamiento, evitando de este modo, (como dice Léo Heller) que sea el «gran olvidado de los derechos humanos». Nuestro compromiso con la mejora de las infraestructuras, la gestión eficiente, el tratamiento de aguas residuales y una buena concienciación permitirá grandes mejoras en la vida de miles de personas.