Artículo sobre la conferencia de Ángel Simón, pronunciada en las Jornadas de Otoño de la Fundación Ricardo Delgado Vizcaíno.
El agua es un elemento indispensable para las personas y para cualquier actividad, como la agricultura y la industria. Es un recurso escaso que debemos gestionar desde la cooperación y la corresponsabilidad. Y esta gestión para afrontar los desafíos presentes y futuros debe llevarse a cabo mediante una política hidráulica que sitúe el agua como un eje de la política del país.
El primero que definió esta política fue el ingeniero de caminos Manuel Lorenzo Pardo, que trabajó en el Plan Nacional de Obras Hidráulicas aprobado en 1933, y que planteó las infraestructuras necesarias para dar respuesta a los retos del siglo XX. Es el origen de la primera política hidráulica reciente en la etapa moderna y su abordaje fue directo hacia las infraestructuras, como las presas y los grandes canales.
Ante el contexto actual, es urgente ir más allá de esta política de infraestructuras y situar el agua como un eje principal del desarrollo de nuestro país. Necesitamos una gobernanza que aborde realmente la política del agua desde la corresponsabilidad y la colaboración, para un desarrollo económico, social e institucional duradero. Si nos interpelan ante la pregunta ¿es el agua un problema?, realmente el problema es de gobernanza.
En este último siglo, el aumento de la población ha provocado un crecimiento de la demanda de agua de un 600 %. Hay una demanda mundial de 4.600 kilómetros cúbicos y estamos en una oferta por debajo del 20 % a nivel global. Debemos definir las problemáticas y las soluciones a nivel territorial, por zona, por cuencas, y diseñar un plan de infraestructuras para que las ciudades sean resilientes y se pueda garantizar el abastecimiento. Ante el estrés hídrico o sequía, la solución en las grandes ciudades es la reutilización de las aguas e incentivar las inversiones precisas para que esto pueda llevarse a cabo.
Por otra parte, el 70 % de recursos hídricos se destina a la agricultura y a la ganadería. La agricultura tiene el reto de producir cada vez más, mejor y más eficientemente, con menos superficie. Se debe pensar en economía circular en toda la cadena alimentaria, desde su origen hasta el residuo que se produce; una circularidad aplicada al agua, la energía y los residuos, utilizando las nuevas tecnologías para ser mucho más productivos y eficientes. Las comunidades de regantes se deben convertir, mediante la innovación, en verdaderas operadoras de agua en el territorio.
Asimismo, la industria también tiene la capacidad de aplicar el principio de la economía circular en ese trinomio que hay que trabajar de manera conjunta, que es alimentación, agua y energía, desde cómo capta la materia prima hasta cómo su subproducto vuelve a ser una materia prima.
Avanzar en esta dirección es imprescindible ante el contexto de emergencia climática que afecta a la disponibilidad de los recursos hídricos. Los eventos climáticos son cada vez más habituales y extremos, tanto inundaciones como sequías, y se van a producir de manera más frecuente. De manera que, de los 1.200 millones de personas en riesgo de inundaciones actualmente, se encontrarán en esta situación 1.600 millones en el 2051, y un 47 % de la población va a vivir en áreas con estrés hídrico en 2030. En nuestro país, hemos padecido fenómenos como la DANA en Alicante en 2019, el Gloria en Cataluña en 2020, el Filomena en Madrid en el 2021 y las lluvias en Canarias de una manera permanente cada septiembre, que han sido siempre la misma secuencia: una gran lluvia y, seis meses después, un gran incendio. Y hoy, la sequía. El estrés hídrico acentuado que padecemos, que es la sequía, provoca que este último año haya sido el tercero más seco de los últimos 61 años y con unas precipitaciones un 25 % menores de lo normal.
En España, el 44 % de las masas de agua subterránea -una de las reservas clave para sectores como la agricultura- se encuentran en mal estado. Su recuperación costará años, según el ciclo de renovación de esta masa subterránea. De ahí la necesidad de esa gobernanza en el agua que permita aplicar los planes de preservación de los recursos y de actuación de forma sostenible que requieren cada uno de nuestros sectores.
Desde Agbar, impulsamos soluciones para dar respuesta a los desafíos anteriormente mencionados, porque tenemos el conocimiento, la tecnología y la capacidad de gestión, pero nos falta esta gobernanza. Sabemos que se debe realizar una inversión de 20.000 millones de euros de media anual en la próxima década. Y de los 140.000 millones de euros de los fondos europeos Next Generation que se han destinado para España, solo hay un PERTE (Proyectos estratégicos para la recuperación y transformación económica) destinado al sector del agua, pero que lamentablemente no representará la transformación real que se requiere.
Tenemos todas las capacidades técnicas de gestión integrada para prevenir los grandes acontecimientos de inundaciones o los grandes acontecimientos de sequía, monitorizar la recarga y el descenso de los acuíferos, determinar cuáles son las infraestructuras de resiliencia urbana y también para saber cómo hacer una gestión integrada de las cuencas.
Por ello, es ineludible avanzar en la gobernanza por parte de las administraciones, ante la antigüedad de las confederaciones hidrográficas de Manuel Lorenzo Pardo y la necesidad de crear ámbitos territoriales distintos, con un marco regulatorio sólido, para que la gestión del ciclo del agua se encuentre en equilibrio con el ámbito energético y el sector agrícola. Y deberíamos también dotarnos de nuevas técnicas legislativas que nos permitan ver cómo adoptamos un determinado tipo de soluciones que luego puedan generalizarse.
¿Es el agua un problema? No lo será si conseguimos avanzar en la cooperación de todos los actores, mediante una gobernanza y la colaboración público-privada, y situar el agua como un eje central de la política de nuestro país. Hagámoslo posible.