En la entrega del Premio Cervantes 2012, el escritor mejicano Carlos Fuentes, en su discurso tendía puentes con su otra patria, la de los escritores que piensan y escriben en español.
Carlos Fuentes ya había hablado de patrias en otras ocasiones, tal como escribió en un artículo en El País, el 14 de abril de 2004:
«Mucho le debo a Chile, mi segunda patria. Allí viví entre los once y los quince años, estudié en una magnífica escuela al pie de los Andes, hice amigos para toda la vida, recibí espléndidas enseñanzas de literatura castellana de los profesores Julio Durán Cerola (chileno) y Alejandro Tarragó (español republicano), leí a Huidobro, Mistral y Neruda. Y junto a la educación literaria, recibí las enseñanzas políticas de Chile, la primera democracia latinoamericana desde el siglo XIX, democracia de sindicatos batalladores, vida partidista, prensa libre».
Y efectivamente, mucho le debemos los que trabajamos en AGBAR a Chile. En lo que se refiere a nuestra segunda patria dejaremos que cada uno que se defina como quiera o pueda. En lo que a mí respecta, más que patrias o territorios, me interesan las personas y, en concreto, el bienestar presente y futuro de las que forman parte de mi colectividad, siendo éstas diferentes en un mismo territorio o las mismas en territorios diferentes. Me interesan las personas y las colectividades y cómo somos capaces de establecer lazos de amistad y colaboración entre ellas. Es a través del viaje de la vida o físico entre territorios y a través de la educación, el conocimiento, el estudio y la acción que nos vamos configurando día a día como personas. Como expresa Héctor Abad Faciolince:
«Uno tiene que inventarse cada año lo que quiere ser. La identidad – esa palabra tan antipática- también es una ficción, no es una realidad, es una cosa que uno se inventa y se pone, como un sombrero».
Pero después de estas disquisiciones, volvamos a las cosas que nos importan de verdad, y, entre ellas, lo mucho que le debemos a Chile.
Le debemos haber descubierto que una regulación única en todo el paíspermite el benchmark entre diferentes empresas y diferentes territorios, colocar objetivos de gestión precisos en función de las diversas condiciones de entorno, lograr los objetivos y mejorar el servicio de prestación del ciclo hidráulico a las personas.
Le debemos haber tenido la oportunidad de ser protagonistas del saneamiento integral de todas las aguas residuales (en el español de Chile diríamos servidas), pasando de un 3% en 1999 al 100% en tan sólo 15 años. Demostrando así que el sistema de Participación Público Privado es un modelo de éxito. Y ahora le debemos el poder enseñar por el mundo el potencial de lo que hasta ahora denominábamos Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (EDAR por su acrónimo), su transformación en Biofactorías.
Le debemos muchas cosas más que damos por supuestas y no son menores, tales como ejercer el debate democrático con serenidad, los muchos amigos que hemos hecho, la red de conocimiento que hemos establecido y, por supuesto, la literatura. Conocer personalmente a Gonzalo Rojas, Nicanor Parra, Raúl Zurita, por ejemplo, nos hace crecer como seres humanos.
Pero hoy voy a utilizar a Chile, o mejor dicho a uno de sus lugares, como una sinécdoque, locución tópica, del resultado que produce la colaboración público-privada cuando las dos partes actúan de buena fe, siendo exigentes y profesionales, y deseando lo mejor para las personas a las que sirven. Me refiero al Zanjón de la Aguada.
He conocido a los grandes poetas en Chile, en este lugar común que representa el idioma español, ahora engrandecido por la obra dirigida por el insigne profesor Santiago Muñoz Machado, Diccionario panhispánico del español jurídico. Leo habitualmente literatura española y uno de los libros que me dio apertura hacia Chile (todos los libros abren horizontes infinitos a distintas partes) fue Zanjón de la Aguada, de Pedro Lemebel.
Ahí se cuentan las vivencias de Lemebel en ese Chile de la transición de Presidencias entre Frei y Lagos. Se cuentan temas estrictamente chilenos y, entre ellos, una magnífica descripción de lo que era el Zanjón de la Aguada, del cual tomo prestado varios párrafos:
«Y si uno cuenta que vio la primera luz del mundo en el Zanjón de la Aguada, ¿a quién le interesa? ¿A quién le importa?.. Más aún a los que no saben, ni sabrán nunca, qué fue ese piojal de la pobreza chilena¿ Pero en el Zanjón, el agua para beber, cocinar o lavarse había que traerla de lejos, donde un pilón siempre abierto abastecía el consumo de la población callampa. Así también la evacuación de las aguas servidas y el alcantarillado se resumían en una acequia hedionda que corría paralela al rancherío, donde las mujeres tiraban los caldos fétidos del mojoneo».
Hoy, el agua potable y el saneamiento llegan al 100% de la ciudad de Santiago y, entre ellos, el Zanjón de la Aguada, la obra que permitió canalizar y hacer desaparecer las aguas residuales circulando a cielo abierto.
En 1991 se inicia la construcción de la I Etapa (1991-1993) del colector interceptor de las descargas de aguas servidas al Zanjón de la Aguada, con una longitud de 15 Km y diámetros entre 1,0-1,2 m, el que recibe las descargas de 45 colectores.
Durante el 2001 se continúa la construcción de la II etapa (2001-2003), con una longitud de 7 Km. Este Interceptor permite devolver su función original al Zanjón, que era la de transportar aguas lluvias, y al mismo tiempo, eliminar los focos de infección y malos olores. En la actualidad, el interceptor Zanjón conduce las aguas servidas a la Planta de Tratamiento de aguas servidas La Farfana.
Este tipo de actuaciones, fruto de una política acertada, son las que permiten acceder al derecho al agua, a tener espacios saludables, acceso al derecho a la higiene y aseo individual, a disminuir las enfermedades y, sobre todo, a poner los pilares fundamentales de la lucha contra la pobreza.
Si como he comentado en muchas ocasiones, y en este blog en particular, nuestra hoja de ruta viene marcada por los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), también me voy a permitir, imitando a Joaquín Costa, que pensaba que «la política hidráulica, especie de sinécdoque que expresa en cifra toda la política económica que cumple seguir a la Nación para redimirse¿», retomar el Zanjón de la Aguada como sinécdoque, locución tópica, de cómo la participación público-privada (PPP), tal como marca el ODS nº 17, ha permitido que hoy «el fatídico canal», tal como le llamaba Lemebel, sea un espacio irreconocible, tal como él lo describió, donde se han sentado las bases para enfrentar la pobreza (ODS nº 1), donde el derecho al agua de calidad se ha generalizado (ODS nº 6), donde es posible la salud y el bienestar (ODS nº 3) y donde el desarrollo de las biofactorías nos permitirá avanzar en ciudades y comunidades más sostenibles (ODS nº 11).
En Chile había, y hay, voluntad política de mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos, y no dudaron en buscar y en encontrar una empresa foránea, que hoy ya forma parte del paisaje santiaguino, para que ello fuera posible. Hoy el caso de Barcelona sería el contrario, ya que algunos pretenden echar (en lugar de aprovechar) por todos los medios, ilegales la mayoría de ellos, a una empresa local que lleva 150 años de excelencia.
Hoy, en muchos lugares de España – y entre ellos el caso de Barcelona es palmario- un ejemplo como el del Zanjón de la Aguada sería imposible, ya que como manifestaba Rolf Tarrach, «la ideología contamina la toma de decisiones políticas sobre la evidencia». Vivimos una situación en la que todavía muchos de nosotros nos preguntamos cómo es posible que una sociedad culta y capaz de notables éxitos en muchos campos, actúe generando una destrucción sistemática de cualquier mejora de futuro, deslizándonos por la pendiente de la autodestrucción. Lo que George Steiner opina sobre las humanidades es perfectamente aplicable al discurso político vigente hoy en muchas ciudades españolas (solo hay que cambiar la palabra humanidades por discurso político):
«tengo la impresión de que en las humanidades vivimos en el siglo del bluff, hasta límites insospechados. No se puede ir de farol en matemáticas ni en la gran ciencia: o funciona o no funciona. No se puede hacer trampa … Aborrezco el bluff, aborrezco el engaño en las humanidades … El lenguaje es infinitamente servil y no tiene – a eso se debe el misterio- límites éticos».
Siguiendo con Steiner, tengo la impresión de que efectivamente estamos, y por mucho tiempo, en un largo sábado:
«He tomado del Nuevo Testamento el esquema viernes-sábado-domingo. Es decir: la muerte de Cristo el viernes, con la noche que se cierne sobre la Tierra, el velo del templo rasgado; y luego la incertidumbre que debió de ser – para los creyentes- algo tremendo: la incertidumbre del sábado en el que no sucede nada, en el que nada se mueve; y luego la resurrección del domingo. Es un esquema de una fuerza sugestiva ilimitada. Vivimos la catástrofe, la tortura, la angustia, luego esperamos, y para muchos el sábado no acabará nunca. El mesías no vendrá y el sábado continuará».
Hoy Catalunya-España y Barcelona estamos viviendo un largo sábado y por supuesto un momento nada propicio para la actividad empresarial.
Nosotros, que nos hemos marcado como hoja de ruta los ODS, contamos con todos los que nos rodean para ejecutarlos en nuestras actuaciones diarias y a largo plazo.
Muchas gracias a todos los que nos ayudan a llevarlo a cabo y, sobre todo, a nuestros trabajadores y colaboradores de Aguas Andinas, AGBAR y SUEZ, personas claves en nuestra actuación empresarial.