Por Eva Moll de Alba
El creador de la antipoesía y actual Premio Cervantes, el poeta chileno Nicanor Parra, fue durante décadas un genio reconocido pero olvidado. Ahora, a sus 98 años, empieza a disfrutar de un reconocimiento que por fin le reconcilia con España.
Durante décadas el poeta chileno de 98 años, Nicanor Parra, fue un personaje reconocido pero olvidado. La Universidad Diego Portales le sacó de su retiro y desde entonces Parra no para: ha publicado sus obras completas con Galaxia Guttenberg, las exposiciones de sus artefactos triunfan, cuenta con una larga lista de admiradores, los periodistas le persiguen sin éxito, filman documentales de los lugares donde ha vivido y ahora, con el Premio Cervantes, por fin se le conoce y reconoce en España.
Junto al Pacífico, a 100 km de Santiago de Chile, hay un pequeño triángulo que se puede vanagloriar de ser tierra de grandes poetas. Neruda rindió homenaje a Isla Negra, Huidobro está enterrado en Cartagena y Nicanor Parra vive en lo alto de una colina del balneario Las Cruces. Allí, tras la reja blanca de su casa negra, que sin reparo comenta que le regaló México con el premio Juan Rulfo, con su escarabajo aparcado en la puerta, Parra examina al visitante con aire distante. En uno de los listones de la verja, alguien ha escrito «El Nobel para don Nica».
El que espera, corre el riesgo de que el poeta se despida con un Voy pero vuelvo, para no regresar.
Pero si pasas el examen inicial y consigues atravesar el umbral de su casa, penetras en un universo de artefactos y breves mensajes manuscritos, que provocan, primero la risa, para después sumirte en una profunda reflexión. Son los antipoemas que le han hecho merecedor de un Cervantes y de mucho más.
Con ese tono provocador nos hace a nosotros un Test:
Qué es la antipoesía: ¿Un temporal en una taza de té? Una mancha de nieve en una roca? Un azafate lleno de excrementos humanos Como lo cree el padre Salvatierra? Un espejo que dice la verdad?
Un bofetón al rostro Del Presidente de la Sociedad de Escritores?
(Dios lo tenga en su santo reino) Una advertencia a los poetas jóvenes?
Un ataúd a chorro? Un ataúd a fuerza centrífuga? Un ataúd a gas de parafina? Una capilla ardiente sin difunto?
Marque con una cruz La definición que considere correcta.
A la izquierda, solo entrar, una silla te invita a sentarte con un `PLEASE SIT DOWN’. Al fondo del pasillo, te da la bienvenida una Venus de tamaño natural, con un cartel manuscrito por su inconfundible letra de palo:
SOY FRÍGIDA Sólo me muevo con fines de lucro.
Parra la muestra con una sonrisa, diciendo que su Venus ha cruzado el océano dos veces y que próximamente la vendrán a buscar para otra exposición. A la izquierda, una acristalada sala de estar, llena de libros, con unos sillones estratégicamente colocados para mirar el océano en toda su amplitud. Algunas fotografías llaman la atención, especialmente una en blanco y negro de su clase del internado, que descansa sobre la leyenda «Todas íbamos a ser reynas».
Parra conserva un porte elegante, una memoria infinita y una generosidad intelectual poco frecuente. Cuando se le pregunta cuál ha sido el secreto de esta eterna juventud, el poeta responde que es gracias a una lactancia materna prolongada hasta los siete años y a tomar a diario un gramo de ácido ascórbico en polvo y a cucharadas. Y continúa con una clase magistral desinteresada, en la que mezcla la mente racional del científico, el conocimiento del intelectual, la claridad y pasión del poeta y la sabiduría de los que han vivido largo e intenso.
Encuentros con Parra
Conocí a Nicanor Parra en Las Cruces en abril de 2007 y ese mismo día fuimos a almorzar al borde del mar sopa, un marisco llamado locos, una copa de vino chileno y café. Allí junto al Océano Pacífico, Parra se relajó y nos regaló horas de conversación, anécdotas sorprendentes, frases brillantes y una interpretación extraordinaria de Hamlet y de los motivos por los que Ofelia le fue infiel, buscando respuesta en cada verso, recitándolos de memoria, en un perfecto inglés británico.
Afortunadamente nos volvimos a encontrar varias veces y, en cada encuentro, Parra sorprendía con su originalidad y con su mente privilegiada que nos hacía ver más allá y, a base de sabiduría y provocación, despertar nuestra rebeldía. Parra tiene muchas caras, es científico y poeta, tiene un porte elegante con aire desaliñado, a su edad habla y ríe con el ímpetu y el descaro de la juventud, es muy culto pero su poesía se nutre de expresiones populares, es un hombre fuerte y emocional, y un espíritu libre que hace piña con su familia. Su antipoesía es el reflejo de todas esas caras, la expresión inteligente en forma de pequeñas frases con mensajes demoledores que a nadie dejan indiferente.
Escuchar a Parra relatar con todo detalle su experiencia en Oxford es un privilegio. Le imaginas explicando a los académicos ingleses que no asiste a clase de cosmología porque está leyendo a Shakespeare junto a su tumba, acariciándola con el pie descalzo. Con Parra, todo es posible, porque cuando ya expulsado estaba haciendo las maletas para volver a Chile, le vinieron a buscar y le ofrecieron otra beca para que se dedicase a estudiar a Shakespeare. Beca que él justifica, con aire pícaro, por la atracción y el respeto que los ingleses tienen hacia la extravagancia. Sonríe al recordar que hoy es Honorary Fellow del St Catherine’s College de Oxford.
También con humildad habla de los libros que le salvaron en los momentos difíciles como el código de Manú, y reflexiona sobre sí mismo con la sencillez que da la verdadera genialidad, la del que no necesita aparentar, la del que conoce las flaquezas humanas.
Para él son una fuente de inspiración las expresiones callejeras, las frases de sus nietos o de la mujer que le cuida, Rosita Avendaño, y verle recitar estas frases es un espectáculo, lo hace de forma pausada, con expresividad, insistiendo en cada una de las sílabas y repitiendo la idea.
La última vez que le vi, hacía una semana que sabía que le habían dado el Cervantes, y le encontré leyendo El Quijote. Lamentaba la desaparición de la x del castellano antiguo y nos desveló que el secreto del Quijote estaba en la frase de la divisa que encontramos en la edición antigua «Post Tenebras Spero Lucem», Espero la luz después de la oscuridad. A continuación, recuerda a Hamlet y lo compara al Quijote, preguntándose si es mejor morir joven y loco o vivir una larga vida para, al final, morir cuerdo. Y en su rostro se adivina la respuesta.
Su larga vida le ha permitido disfrutar de un reconocimiento internacional que llega tarde, pero que ha llegado. Y aunque ya en 1938 Gabriela Mistral le señalara como «el futuro poeta de Chile» y Roberto Bolaño le considerara el mejor poeta del siglo XX, Parra con su espíritu libre, su carisma, su ironía y su capacidad para reírse de todo incluso de sí mismo, no ha quedado nunca al margen de la polémica.
Muchas veces le han dado la espalda, como cuando se enfrentó con Jorge Luis Borges en Chicago, o con su controvertida posición política sobre la dictadura chilena. También Fidel Castro retiró su nombre del jurado del premio de poesía en el concurso Casa de las Américas 1970, después de que Parra fuera a tomar el té en la Casa Blanca con la esposa de Nixon. A lo que Parra le contestó con los antipoemas: Si fuera justo Fidel Debiera creer en mí Tal como yo creo en él. La izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas.
Cuando profundizamos en su biografía, aumenta, si cabe, nuestra admiración. Parra nació en San Fabián de Alico, a más de 400 km al sur de Santiago de Chile, donde en 1914 las necesidades debían ser muchas y las oportunidades no existían. Fue el hermano mayor de una familia de artistas, que dejó muy joven su casa y consiguió a través de becas estudiar física y matemáticas en Chile, mecánica en Estados Unidos y convertir su beca para estudiar cosmología en Oxford, en una inmersión en la obra de Shakespeare.
A veces, en las conversaciones, la mirada de Parra se pierde en la lejanía y con emoción habla de sus mujeres y de la forma en la que las amó, de la mujer imaginaria y de tantas otras. Muchas pérdidas en su larga vida, a las que dedica algunos de sus más hermosos antipoemas.
Especialmente sentido es el poema que publicó tras el suicidio de su hermana pequeña Violeta Parra, a la que recuerda como la bailarina de aguas transparentes. Nicanor fue el que la motivó a recorrer Chile en busca de la música tradicional y ella logró reconocimiento internacional como artista folclórica, con canciones tan inolvidables como Gracias a la vida. En el poema Defensa a Violeta Parra, aparece su lado más comprometido y familiar:
…Sin Nicanor no hay Violeta Para decirlo todo de una vez Ella y yo somos la misma persona caramba Sí No me tomen en serio pero créanmelo.
Su salud no le permitió volar a recoger el premio Cervantes, pero nos envió una parte de él con su nieto Tololo, su hija Colombina y su nieta, la niña de sus ojos a la que llama la tortuga porque se demoró diez años en llegar. Llegaron con su máquina de escribir bajo del brazo y sus escritos. Nos trajeron esa chispa y originalidad que tienen los Parra y recogieron el merecido premio, que también se demoró en llegar pero que por fin le reconcilia con España. Mientras tanto Parra piensa en el discurso con el que nos sorprenderá dentro de unos meses y nosotros, los que le conocemos y admiramos, soñamos con su Nobel.
Publicado en Encuentros de Diari de Tarragona