Impresiona leerse los principios de la Declaración de Estocolmo. Aprobados en 1972 por los asistentes a la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, los 119 países presentes, liderados por Suecia y su primer ministro, Olof Palme, establecieron 26 principios y un plan de acción con 109 recomendaciones, y una resolución. Era la primera vez que se recogían en un documento elementos tales como «los recursos naturales de la Tierra, incluidos el aire, el agua, la tierra, la flora y la fauna y especialmente muestras representativas de los ecosistemas naturales, deben preservarse en beneficio de las generaciones presentes y futuras mediante una cuidadosa planificación u ordenación».
El hito marcó la celebración del Día Mundial del Medioambiente, que cada año se conmemora el 5 de junio para sensibilizar y despertar conciencias. Sin duda, desde ese día hasta hoy hemos evolucionado en positivo, pero también en amenazas. El cambio climático es ya una realidad incuestionable, el crecimiento de la población mundial convierte la escasez de los recursos en problema de primer orden, a la par que cambia la configuración de nuestras ciudades.
Sin embargo, el concepto de desarrollo sostenible se ha convertido en un eje transversal para el establecimiento de políticas, tanto públicas como privadas. Tanto es así, que Naciones Unidas transformaba sus Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) – marcando la hoja de ruta hasta el año 2030- haciendo especial hincapié en la implicación de las empresas para conseguir una economía sostenible e inclusiva.
Tres de esos Objetivos hacen referencia expresa al agua: garantizar la disponibilidad y gestión sostenible del agua al igual que su saneamiento; conservar los océanos y recursos marinos; y asegurar el acceso a energías sostenibles. En todos ellos, nuestro Grupo de empresas posee un firme compromiso ya que sabemos que la gestión del agua marca la consecución de dichas metas.
Por ese motivo, SUEZ aprobó hace un año doce nuevos compromisos que abarcan tanto medidas relacionadas con el agua como con los residuos. En lo que se refiere a adaptarse a los efectos del cambio climático sobre el agua, estos objetivos se materializan en tres elementos concretos: proponer sistemáticamente a los clientes planes de resiliencia frente a los efectos del cambio climático; promover los diferentes usos del agua multiplicando por tres su capacidad de producción de recursos hídricos alternativos, y ahorrar agua en el equivalente al consumo de una ciudad de 2 millones de habitantes de aquí a 2020.
Los compromisos adquiridos no han quedado en simples enunciados y ya se están logrando resultados a través de la aplicación de innovaciones como BioGNVAL, que permite transformar parte de las aguas residuales de la planta en Valenton en biocarburante líquido. La planta está situada en Francia, es una de las mayores de Europa y cada día trata las aguas residuales de cerca de 9 millones de habitantes en la región. Ejemplo claro de economía circular.
Entendemos que este es el camino si queremos lograr un futuro sostenible. Si queremos, como rezaba la Declaración de Estocolmo de 1972, que los recursos naturales de la Tierra se preserven en beneficio de las generaciones presentes y futuras.