Vivimos en tiempos líquidos y los desafíos a los que tenemos que hacer frente obligan a pensar y a llevar a cabo una forma de hacer distinta, donde la gestión de los recursos tendrá que ser, sí o sí, sostenible, eficiente, equilibrada, integradora, solidaria e inteligente.
Ya sabemos que el planeta y sus recursos no son ilimitados, que tenemos que utilizarlos de una manera distinta y que por lo tanto se impone una nueva manera de hacer las cosas, de gestionar. Y estoy convencido de que esas nuevas formas están estrechamente vinculadas con la economía circular. No será fácil hacer la transición necesaria para evolucionar de una economía lineal a una circular, pero irá creciendo de una manera clara y definitiva.
Apostar por este tipo de economía significa generar el mínimo residuo posible. Es el aprovechamiento máximo de cualquier sistema y, por tanto, todo tiene que funcionar en un sistema cerrado y eficiente en sí mismo, en el que todos los factores deben estar en total equilibrio. Un sistema en el que no caben las desigualdades de ningún tipo.
Para mí esta es la definición de economía circular y lo que intentamos llevar a cabo en nuestro quehacer diario allí donde estamos presentes. Y es que, nuestros proyectos son evaluados desde el punto de vista de la rentabilidad económica, social y medioambiental, de tal manera que seamos coherentes con y auspiciadores del desarrollo sostenible, porque como señalaba el conocido informe Brundtland de Naciones Unidas, coordinado por Gro Harlem Brundtland, que hoy nos acompaña en un acto de celebración en conmemoración del Día Mundial del Agua, el desarrollo sostenible es aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones.
Y en esa nueva gestión de los recursos naturales, el agua es uno de los elementos clave, porque además de ser imprescindible para la vida, el agua está en el centro de todo, es un pilar fundamental del ecosistema, así es que necesariamente su gestión tendrá que ser más eficiente, innovadora y respetuosa con el medio ambiente.
Estoy convencido de que el agua va a ir adquiriendo mayor peso y más protagonismo en la agenda internacional. El hecho de que se declarara el agua como un Derecho Humano en 2010 por las Naciones Unidas ya fue un paso determinante y se han ido alcanzando nuevos hitos en torno a su acceso universal. Lo hemos visto en las distintas cumbres, muy especialmente en la de Río+20, y lo veremos en la Cumbre Especial sobre Desarrollo Sostenible que tendrá lugar en septiembre en la sede de Naciones Unidas de Nueva York.
Por cierto, la de Nueva York será una cumbre crucial en la que debemos fijar los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible, pero también servirá, junto con la COP21 que se celebrará a final de año en París, para mostrar al mundo nuestra capacidad para establecer un sistema de gobernanza preparado para hacer frente a los grandes desafíos que ya hoy en día tenemos por delante, como son el cambio climático y la desigualdad entre personas.
Si no somos capaces de establecer esa gobernanza no vamos a poder resolver los problemas de futuro. Una vez más, la solución está en nuestras manos.
Publicado en Fundación Aquae