En 1970, el senador estadounidense Gaylord Nelson instauró el Día de la Madre Tierra para sensibilizar a la ciudadanía sobre la imperiosa necesidad de proteger a nuestro planeta de la acción humana. Por lo tanto, hace cuarenta y seis años, factores como la superpoblación, la contaminación o el cambio climático empezaron a resonar en la conciencia ambiental de la sociedad. Más tarde, en 1992, la Declaración de Río abogó por la armonía con la naturaleza para alcanzar un equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y medioambientales. Finalmente, en el año 2009, la ONU proclamó el Día Internacional de la Madre Tierra a nivel global.
Pero no fue hasta el año 2015, apenas unos meses atrás, que se logró un punto de inflexión determinante gracias a la consecución del Acuerdo de París. Como sabéis, se trata de un hito histórico con el que se alcanzó el compromiso de casi todos los países del mundo para establecer una alianza común contra el cambio climático, asimilando el desarrollo sostenible como modelo de progreso y trabajando en pos de la protección del entorno natural. Los nuevos 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible tienen la misión de materializar este pacto a través de sus diferentes ámbitos de acción, con el agua como elemento transversal para el cumplimiento de todos ellos.
El Día Internacional de la Madre Tierra 2016 cobra una enorme relevancia, puesto que la ONU ha convocado en su sede en Nueva York un acto extraordinario de apertura de firmas para ratificar oficialmente el Acuerdo de París. Llegado el momento de pasar a la acción, de que las palabras y los buenos propósitos pronunciados en la COP21 el pasado diciembre se conviertan en hechos que de verdad logren revertir la insostenible situación actual.
Hasta principios de este mes se temía que los grandes países contaminantes, Estados Unidos, China y la India, no acudieran a la firma y postergaran la decisión de hacer oficial su implicación y compromiso. Afortunadamente, el pasado cuatro de abril los tres países confirmaron su asistencia para la ratificación del acuerdo. En mi opinión, éste era el objetivo crucial del acto de apertura de firmas, porque sin la aprobación de los mayores emisores de CO2 a nivel mundial, el acuerdo hubiese sido oficial, pero carecería de la fuerza necesaria para hacerse efectivo. Además, este gesto ha funcionado como efecto llamada ya que, siguiendo el ejemplo de estas grandes naciones, muchas otras se han visto impulsadas a comprometerse formalmente.
Por otra parte, estoy convencido de que la involucración activa de China y de la India significa un avance decisivo en la lucha contra el cambio climático. Tanto a nivel global, como también dentro de sus propios territorios, ya que en el año 2013, 1,6 millones de ciudadanos chinos y 1,4 millones de ciudadanos indios murieron como consecuencia de la polución del aire. Unas cifras realmente alarmantes que son premonitorias de lo que puede suceder en el resto del mundo si no logramos frenar el calentamiento global con la cooperación de todos los actores implicados.
Además de reunir para la firma del Acuerdo de París a buena parte de los líderes mundiales, el Día Mundial de la Madre Tierra de este año quiere promover, bajo el lema «Árboles para la Tierra», la plantación de 7,8 billones de árboles, uno por cada persona en el mundo. Esta iniciativa es la primera de cinco grandes metas a cumplir de cara al 50 aniversario del Día en 2020 y que se irán desvelando año a año. El motivo por el que se ha elegido esta acción como primer gran reto no es más que el hecho de que los árboles aportan innumerables beneficios al planeta: contribuyen a la mitigación del cambio climático mediante la absorción del CO2 y a la protección de la biodiversidad, así como también son motores de desarrollo socioeconómico y de medios de vida.
Por estos motivos, desde la Fundación Aquae compensamos nuestra huella de carbono sembrando oxígeno, es decir, impulsando acciones de reforestación. El proyecto Sembrando Oxígeno es uno de nuestros compromisos para combatir el cambio climático, lo iniciamos el pasado 2015 y se extenderá mientras dure la actividad de la Fundación. En febrero emprendimos la reforestación en la zona de Arcas Reales, Valladolid, donde sembraremos más de un millar de árboles, arbolillos, arbustos y matorrales de veinte especies autóctonas diferentes, todas ellas recogidas en los textos de rutas por la provincia del escritor Miguel Delibes.