Uno de los grandes avances que se produjo en las primeras décadas del siglo XX fue el establecimiento del lavado de manos con jabón como un hecho cotidiano, lo que ayudó a la reducción drástica de enfermedades como el cólera o el tifus. Si hoy incorporamos esta acción como una medida higiénica básica es gracias, en gran medida, a que el agua llega a nuestras casas, centros hospitalarios, colegios, residencias, etc. Pero no fue así siempre.
Cuando, a mitad del siglo XIX, el médico húngaro Semmelweis manifestó en base a análisis que, si sus compañeros de profesión se lavaban las manos antes de tratar a las mujeres que iban a dar a luz, se reducía el índice de mortalidad de estas, fue despedido. Y eso que los datos le acompañaron: las infecciones se redujeron a menos del 10% de las ingresadas. Aún así, tuvieron que pasar varios años hasta que se aceptó como verdad científica.
A la vez que esto ocurría, las ciudades – convertidas en grandes urbes industriales- seguían siendo azotadas por enfermedades epidémicas debido a las condiciones deficientes de higiene. Se hacía necesaria una red de saneamiento y distribución más moderna que diera respuesta a las necesidades de la población.
Hagamos memoria de cómo se dio este proceso en la ciudad de Barcelona, historia de la que somos parte y artífices. El 19 de junio de 1867 se constituye en Lieja la Compagnie des Eaux de Barcelona, que es el precedente más antiguo de la actual Sociedad General de Aguas de Barcelona, S. A. (SGAB) – en 2017 se cumplirán 150 años de la mencionada fecha-. Su objetivo era dotar al nuevo barrio del Ensanche de la infraestructura de abastecimiento de la que carecía Barcelona hasta entonces.
Recuerdo en este punto al ingeniero de Caminos, Canales y Puertos Pedro García Faria, quien redactó – ante el pánico de las autoridades municipales por la posible expansión de un brote de cólera en 1884- el proyecto de saneamiento del subsuelo de Barcelona. Como le había ocurrido años antes a Ildefonso Cerdá – otro insigne ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, artífice de la modernización urbana de Barcelona-, García Faria sufrió el rechazo de la autoridad municipal, que lo despidió de su puesto. Pero quedó su legado.
Hacia principios del siglo XX Aguas de Barcelona da un paso más y comienza la construcción de la estación de bombeo de Cornellà, que impulsa el agua de los acuíferos del Llobregat a la ciudad de Barcelona. Las obras finalizan en 1909. Sin embargo, y a pesar de algunos avances, el agua seguía siendo un gran lujo para la mayoría de la población. Sólo algunos centros sanitarios y casas tenían abastecimiento directo. La gran mayoría de los ciudadanos tenía que seguir acudiendo a fuentes, baños municipales y lavaderos.
Es en ese contexto cuando, en 1914, una gran epidemia de tifus se propaga por Barcelona. La contagiosa enfermedad afectaría a unos 25.000 ciudadanos, de los que fallecerían unos 2.000. Las defunciones que se producían coincidían en ubicación con las fuentes y los domicilios donde prestaba el servicio la empresa municipal de Aguas de Montcada. El episodio fue motivo de un gran escándalo público y fue la última gran epidemia de nuestro tiempo.
Pasada la Guerra Civil española, habría que esperar hasta medidos de siglo para recuperar un ritmo inversor suficiente para generar la modernización de las infraestructuras. Destaca la construcción e inauguración en 1955 de la Estación de Tratamiento de Agua Potable de Sant Joan Despí que, desde su puesta en marcha, ha aplicado las tecnologías más avanzadas para el tratamiento del agua, convirtiéndose en una de las principales fuentes de suministro del área metropolitana de Barcelona.
La modernización de las infraestructuras hidráulicas, sumada a la producción de forma industrial de bañeras, inodoros y lavabos a partir de 1930, permitió que el acto de lavarse las manos con jabón, en su momento revolucionario, se convirtiera en un hecho cotidiano en nuestro país y en nuestra cultura. El objetivo actual es que ocurra lo mismo en los países en desarrollo, habida cuenta de que, por ejemplo, cada día mueren en el mundo más de 1.200 niños a causa de enfermedades diarreicas. Una realidad que se puede reducir de forma efectiva gracias a los buenos hábitos higiénicos y nutricionales.
En este sentido, aprovechando las ventajas de la ágil difusión de las herramientas digitales, lanzamos el año pasado Hands Wash-up, un juego online, gratuito y apto para todos los públicos. Esta iniciativa colaborativa tiene como objetivo transmitir la importancia de lavarse las manos a través del siguiente concepto: combinar agua y jabón mata microbios.
Mirar atrás y ver cómo hemos sido parte de la historia de una ciudad como Barcelona, y cómo hemos contribuido a mejorar la calidad de vida las personas, nos recuerda y reafirma en nuestro compromiso con los ciudadanos y con los territorios en los que estamos presentes. Un compromiso que, más allá de la gestión de infraestructuras y el conocimiento a gran escala, a veces se plasma en insistir en gestos tan «irrelevantes», a simple vista, como puede ser el correcto lavado de manos. Seguiremos siendo parte de la historia viva de esta ciudad prestando el mejor servicio posible, de la manera más eficiente e innovando cada día.