La Barcelona que conocemos hoy en día no sería posible sin la contribución de personajes de escaso eco fuera de su ámbito profesional, pero que han tenido un papel capital al hacer de nuestra ciudad el lugar que es actualmente. Una de las figuras clave en los ámbitos de la ordenación del territorio, las obras públicas y el urbanismo de la segunda mitad del siglo XX en Barcelona y Cataluña ha sido, sin duda, el Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, maestro y amigo Albert Serratosa, que nos dejó en septiembre. A él y a su intensa trayectoria le rendimos un merecido homenaje en nuestro Colegio el pasado martes.
Albert era, por encima de todo, un pensador del territorio y defendió durante toda su vida una concepción integrada y coherente del urbanismo. Encontraréis una compilación extensa de su recorrido profesional en este artículo de Andreu Ulied, publicado en el número 43 de la revista Camins.cat, con fecha de enero de 2016.
Lo cierto es que Serratosa era un gran planificador. Según sus propias palabras: «La planificación es hacer uso de forma consciente y eficaz de la capacidad humana, limitada pero significativa y evitar o atenuar riesgos, proteger la naturaleza, reducir costes, impulsar dinamismo, ampliar bienestar». A mi parecer, Albert era el ingeniero total. En el breve discurso que tuve el honor de pronunciar durante el acto de homenaje se me pidió hablar de su faceta de emprendedor, una de las muchas caras de su personalidad poliédrica. Albert no sólo planificaba al detalle sus proyectos, sino que ponía todo su esfuerzoen hacerlos realidad, movido por la inmensa pasión que sentía hacia su trabajo.
En efecto, de las cosas que he aprendido de él a lo largo de estos años, la apuesta por elemprendimiento es lo que más he admirado. Dentro de su legado, Albert nos ha dejado la constatación de que, si se desea, se puede emprender desde cualquier ámbito, ya sea el universitario, el empresarial o el personal, así como que es imprescindible la colaboración de todos los agentes implicados, lo que conlleva muchas veces el entendimiento entre sector público y privado. Al mismo tiempo, también nos ha legado que, para emprender, es crucial rodearse de personas trabajadoras y competentes, pero, sobre todo, que tengan la misma pasión que un mismo.
El mejor ejemplo de su empeño por ejecutar todos los proyectos que había proyectado es el Túnel del Cadí, muestra también de su pensamiento europeísta y de la idea de que las grandes infraestructuras conforman el territorio. Una de las obras con las que se encontró más impedimentos a nivel de financiación y de ejecución fue el Túnel del Cadí. A pesar de todo, gracias su tenacidad, hoy podemos disfrutar de esta infraestructura.
Me gustaría mencionar un proyecto en el que participé personalmente junto a Albert. Hablo de la creación de la Fundació Urbs i Territori Ildefons Cerdà (FUTIC), que tenía el propósito de conmemorar el 150º aniversario de la aprobación de Plan Cerdà en 2009. Sin la tarea de la FUTIC probablemente la difusión de la obra del urbanista catalán del siglo XIX por excelencia habría sido menos amplia en esta fecha tan destacada.
La pasión de Albert se escapaba del ámbito de la ingeniería civil, siempre fue un defensor del conocimiento y de la visión humanista del know-how. Hombre de mundo, emprendedor por naturaleza, podríamos pensar que su perseverancia en la ejecución de proyectos es difícil de llevar a cabo en el contexto actual. Creo que es precisamente ahora, en momentos de cambio, cuando se debe ser más emprendedor que nunca y apostar por proyectos innovadores. En este sentido, echaremos especialmente de menos a Albert.